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Por La
Conciliación

NUEVOS HOMBRES VERSUS MALAS MADRES

¿Por qué un hombre colaborativo en las tareas domésticas es considerado como un buen hombre? ¿Y por qué si una mujer se enfoca prioritariamente en su vida profesional la sociedad la juzga como una “mala madre”? 

Vivimos en una sociedad impregnada por los mandatos de un sistema patriarcal, siendo este una forma de organización social que actúa como base de las desigualdades entre mujeres y hombres, otorgando una mayor importancia y valor a los hombres o a lo considerado masculino, que a las mujeres o lo leído como femenino. Dicho modelo de organización contribuye a la socialización diferencial del género en base a una serie de estereotipos y roles que condicionan las formas de ser y de apreciar el mundo. 

En base a estas teorías se produce la división de la esfera productiva, de aquella considerada como reproductiva, atribuyendo la primera a los hombres y la segunda a las mujeres. La esfera productiva está relacionada con la vida pública, con el proveer de recursos a la familia a través del desempeño de un trabajo remunerado y el ejercicio de poder y responsabilidad, así como con la autoridad y la dominación. 

En contraposición se sitúa a las mujeres, cuya existencia vital se fundamenta en el ejercicio de esa esfera reproductiva, caracterizada por el relego al espacio doméstico, la ejecución de trabajos no remunerados y el desarrollo de tareas de servicio y cuidados a menores y personas mayores, todo ello desde la perspectiva de la sumisión. Las exigencias sociales planteadas repercuten en la vivencia subjetiva que padece un hombre cuando pierde su empleo, el cual probablemente se verá atropellado por un sentimiento de inutilidad, al no cumplir con el estereotipo que le marca su género, mientras que una mujer en desempleo podrá experimentar incluso cierto alivio, al reducir la sobrecarga generada por la difícil compatibilización de su vida laboral y familiar. Además, esta separación tradicional de roles condicionará la involucración de los hombres, por ejemplo, en el cuidado de menores, pues su rol ha de estar más enfocado en su vida profesional que familiar. En definitiva, son ideas preconcebidas limitantes que, dependiendo de la personalidad de cada individuo, serán apreciadas como una ventaja o como un límite, pues cada persona cuenta con unas preferencias vitales que, en ocasiones, no coincidirán con lo que la sociedad espera de ellas. Por ello, igual que un hombre que quiere estar más presente en la crianza puede sentirse frustrado porque su empleo no lo deja, una mujer con ambición de promocionar profesionalmente se sentirá limitada si su empresa no cuenta con unas medidas adecuadas para la conciliación. 

Estudios recientes afirman que el trabajo doméstico en España alcanza un valor que está por encima de los 426.372 millones de euros, más del 40,77% del PIB. En nuestro país está instaurado el modelo Mediterráneo en relación con la creación y mantenimiento de redes sociales de apoyo entre familiares y el ejercicio de la crianza y el cuidado desde el seno familiar por parte de mujeres. Dichas tareas son tradicionalmente asumidas por ellas y, si las familias tuvieran que asumir el coste monetario que supondrían, la realidad profesional y personal de quiénes las integran probablemente se vería gravemente condicionada. 

No es un hecho reciente la incorporación de la mujer al mundo laboral, si bien es cierto, la corresponsabilidad requerida en el ámbito doméstico y de cuidados está tardando en llegar. Mientras ellas se suben al carro de lo público y productivo, a ellos les cuesta asumir lo privado y doméstico, derivando esta realidad en una sobrecarga de las mujeres, con una incidencia real sobre su vida personal, familiar y laboral. Otra cuestión relevante en ese sentido es asumir que la corresponsabilidad ha de darse tanto en el mantenimiento del hogar, como en el cuidado y la relación con otros miembros de la familia, pasando, además, por la administración del hogar y el disfrute del ocio y tiempo libre. 

Por norma general, la asunción de los dos primeros ámbitos se da por parte de las mujeres y en la administración del hogar y el ocio sobresalen los hombres, destacando el hecho de que ellos asuman tareas del hogar con mayor responsabilidad e impacto, como puede ser el control de facturas, de cuentas bancarias o el mantenimiento de vehículos. 

La conciliación de las distintas esferas de la vida se torna, por tanto, un objetivo prioritario, para poder aliviar la carga mental que arrastran las mujeres y contribuir a la disposición del mismo punto de partida para ambos sexos en cualquier ámbito de sus vidas. Por ello, como propuesta de mejora para el nivel de corresponsabilidad adquirido en la familia, se torna atractiva la idea de compartir los tiempos de ocio y/o descanso, no permitiendo que, mientras una persona continúa haciendo tareas, la otra desconecte o simplemente descanse, pues esa desigualdad merma la capacidad de ser corresponsables e hipoteca el derecho a conciliar de cada parte. Por último, cabe agradecer a la reciente pandemia el habernos demostrado la aplicabilidad del teletrabajo, al tornarse una opción factible en múltiples empleos, que contribuye notablemente a la mejora de la conciliación.